domingo, septiembre 14, 2008

Siete años.

Jamás olvidaré el 11 de septiembre de hace 7 años, no sólo por lo que representó ante el mundo la nueva cara de terrorismo, sino por que 3 días después, se me fue mi viejita, mi Laurita, quien murió sin volver a ver a su hija Laura Patricia y sus nietos Patita, Fran y Juliana, pero esa, es otra ingrata y traicionera historia. La Nena Rico, como la llamaban, tenía la tele encendida para escuchar, no veia ya, sus programas favoritos que la hacía reir, pero la programación cambió para dar a conocer las terribles noticias del 9/11. Su corazón se aceleró y su respiración agitada me hizo correr a verla cayendo en cuenta lo que estaba pasando. Traté de engañarla diciéndole que era un telenovela, puse en silencio a la caja idiota y me la pasé cantándole, hablándole y casi llorando de verla tan desesperada, me soprepuse para ella del terror que yo también estaba viendo. Hoy hace 7 años, murió hecha puros huesitos con sus ojos bellos mi madre, me dejó tantas cosas, cosas que no se compran con dinero y en los momentos más difíciles, recuerdo que jamás perdió su sonrisa, levantaba los hombros y la cabeza orgullosa por más recio que estuviera el viento. Caer y levantarse es lo mismo, ganar y perder, también, así se aprende, su vida fué muy difícil, pero luchó hasta el último suspiro a pesar de su Alzheimer, si la bañaba se enojaba y me decia señora Pennock, al rato se le olvidaba y me sonreía como niña traviesa esperando sus dulces y su coca cola, que bárbara, era una dulcera andando y hasta llegó a desconocer a su fiel Pulga, la perrita que la acompañó siempre, refugiándose la mascota en nosotros. Ese verano mi hija se fue a Canadá a un campamento y al mes y medio que regresó, tampoco la reconoció, siendo algo muy doloroso para mi Vicky pues ella, fue su segunda madre. Pero todo se le perdonaba, al fin, a ella, mi madre, se le perdonaba todo, eran sus días finales y hoy, cuando fui a su misa y a verla en su nicho, nos reímos juntas, acordándonos de tantas cosas, tantas...que la risa se convirtió en llanto suave, silencioso, amoroso. Sigue descansando en paz mi reyna que yo sigo acá con la frente en alto y la conciencia limpia, como tú me enseñaste a tenerla siempre.

Petunia.

Se llamaba Petunia, hace más de 12 años llegó a las manos de Adriana, una amiga que la recibió siendo una bolita de pelos café y se convirtió en su mejor aliada, confidente, amiga, hija, compañera silente almacén de lágrimas, risas, tristezas y alegrías de su dueña. Viajó con ella muchas veces, siendo una copilota entendida, sabía escuchar a su dueña, la aconsejaba con su dulce mirada y moviendo la cola. Un día la tuvimos como huésped honoraria por varios días y su dulzura ganó a Tommy, mi negro que compartió con ella sus croquetas, agua, colchoneta y juegos quedando enamorado de por vida de la Petus. Verlos juntos era una ternura, la guera y el negro coqueto que la perseguía perdiendo el estilo y ella, jamás dejó de ser una dama. !Ah¡ los perros niños son y como tales, se adentran con sus ojos en nuestros corazones dejando huellas imborrables. Pero como todo tiene un principio y un fin, Petunia se fue a la perrera celestial, dejando a mi amiga, destrozada, ríos de lágrimas corrieron sin hallar consuelo, algo que ninguna otra mascota suplirá, cada animal forma parte de la historia humana durante cierto tiempo y ellos si que son indispensables y necesarios. Te extrañamos Petunia, te extrañamos bella guera.