viernes, junio 13, 2008

La Mula.


El amo de la mula, siempre la cargaba de más con grandes baldes para transportar el agua de un pozo al pueblo, jamás le mostró agradecimiento, cariño, respeto. Nunca le hablabla, sólo le pegaba con un látigo para apurarla sin importarle el enorme peso que ella llevaba, un peso no sólo líquido, sino esperanzador para los habitantes, ya que el vital líquido y la mula, eran en sí, la fórmula mágica para ellos. Pero la mula, se hacía vieja y cada vez más cansada, soportaba menos peso y ni así se apiadaba el dueño. Un día, en el pozo donde el granjero llenaba las vasijas, la mula cayó, era ya demasiado para ella. El tipo, insensible, pensó dentro de su enorme egoísmo, que esa mula ya no le servía, que lo mejor era dejarla en el pozo profundo y conseguirse otra. La mula a su vez, pensaba que el dueño, la salvaría, siempre le fue fiel y dedicada, le dio los mejores años de su vida prestándole un servicio. Jamás se imaginó, que él decidiera dejarla ahí y que empezara a echar tierra para que mejor se muriera. Al sentir caer sobre ella el despiadado sentimiento terroso, empezó a moverse, tratando de salvarse ella sola y curiosamente, lo logró. El amo no daba crédito a sus ojos, la mula, había salido del pozo, ahora el noble animal deberá tomar una desición, quedarse con el infame granjero o tomar otro camino libremente. El final que le quiera dar ud. a esta anécdota, dependerá de que tan mula es, o que tan apegado está al ser humano quien aunque nos haga sufrir, se sigue soportando. Yo, volaría, aunque las mulas, no tengan alas.

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