Era jueves santo, el frio calaba y el aire hacía un ruido como para tener miedo, siempre en éstas fechas, el clima es así, como un presagio del terrible suceso que el viernes siguiente, sucede...expira el ultimo aliento un hombre de verdad, único y hasta la naturaleza se une a su sufrimiento y a nuestro dolor. El pésame de la luna empieza a aparecer, salí a la cochera de la casa donde de momento, sigo viviendo y ahí, me deslumbró la fuerte luz de la luna, queriéndose asomar entre frías y fuertes nubes que se desplazaban rápidamente, me quedé viéndola, siguiendo su movimiento, su luz, la fuerza que emana esa luna inconquistable jamás pisada, de queso para los niños, de romanticismo para los enamorados, de plata para los ambiciosos y de estupidez hollywoodense prefabricada- ni quien les crea que si fueron- pero bueno, ese no es el punto. Tomé muchas fotos, se le ocurrió a mi cámara acabarse las pilas, corrí al cuerto por otras como si estuviera en el maratón de New York, el Tommi casi me tumba siguiéndome con sus 4 patotas negras, regreso sabiendo que el tiempo es oro y sigo tomando con, sin flash, diferentes modos del menú programado y saqué como 25, pero sólo puse 3 aqui, unas me salieron movidas, otras bien, otras mejor las borré, pero aquí está el concepto, la idea de que la luna santa casi entra a través del ventanal roto y me abraza y yo, casi conjelada también, me temblaban las manos, buenas o malas fotos no sé, ahí están, luna lunita muda testigo de la soledad del sepulcro.
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