sábado, abril 11, 2009

Su soledad,


Sabía lo que le pasaría, pero en una célula de su corazón, la esperanza de que no sucediera de esa manera, latía como queriendo imponerse, pero una célula no es nada contra el destino, se sentía solo, muy solo, los gritos de la muchedumbre eran ensordecedores, gritos cobardes e ignorantes llevados por la estupidez humana, cada latigazo, cada espina que se clavaba más y más dentro de su cabeza sangrante, los pies cansados y ampollados, el hombro hundido por el peso de una cruz de madera, cúmulo de los defectos, errores y barnizada por los pecados capitales. El no sabía que le dolía más, si lo físico o lo moral, la gran decepción a cuestas, si la sangre que brotaba por su cuerpo y la que faltaba por salir en sus costados originados por la lanza de un soldado, no sabía cómo darle aliento a la desesperada mirada de su Madre, viéndola atormentada, los dos, madre e hijo, latían a un mismo doloroso ritmo, algo que sólo cuando se es madre, se comprende y se vive, la impotencia y la frustración de ver que sus amigos, la mayoría que lo siguió durante años, lo habían abandonado, se preguntaba dónde habían quedado sus enseñanzas, sus desvelos, su caminar sin nada que lo detuviera, hasta en ese momento en que los tiempos debían cumplirse para que la humanidad fuera salvada, ¿salvada de que? seguimos igual o peor, la modernidad sólo ha coloreado los pecados, las traiciones, las matanzas, los secuestros, la infidelidad, la ofensa, la mentira y todo el menú que elaborado por la ambición humana, no alcanza a terminarse de leer. ¿Valio la pena su muerte? la respuesta que sea interna, no salgamos con que "así estaba escrito", eso es lavarse las manos como Poncio Pilatos, digamos sí valio la pena por que.....¿por que qué? ¿como estamos mejorando al mundo cada quien desde su cada cual?, mientras, el viernes santo nos recuerda ese largo camino hacia una cruz, una soledad insoportable tan rodeado de gente, un entierro doloroso para una Madre destrozada que no comprendía el por qué, tiniebla de un cielo enfurecido para que el hombre dijera como imbécil..."en verdad era el hijo de Dios", a mira, qué ilustre....y así, pasan los siglos y vemos a ese mismo imbécil en guerras, en puestos políticos, en incrédulos que dejan que un sismo pase sin hacer nada, los vemos detrás de máscaras de bondad y arrogancia, en cada esquina, en un bar. La soledad de El, duele y mucho, ¿quien no ha estado solo (a) en algún momento de su vida sin saber realmente por que? aunque igual que El, estemos rodeados de gente. Pero su soledad, es algo que debemos sentir y entender, para cuando nos toque caminar hacia nuestro propio entierro, al fin, siempre estamos solos.

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