domingo, septiembre 16, 2007

Kafka y la mariposa.


Habia una vez un cazador de mariposas, que buscaba aquella que más pudiera adornar su vida hasta ese momento sin definir. El solo quería salirse de su casa, buscar que unas alas lo elevaran y llevaran a otro mundo mágico lleno de amor, ser un gran hombre y luchar por sí mismo. Y la encontró, ella se resistía a posarse en su hombro, pero algo le dijo a la mariposa que, al menos en ese momento, ése cazador de dulces ojos y corazón puro, sería quien la cuidaría sin lastimarla jamás. Pobre mariposa, ¿quien dijo que el amor es eterno? al fin hombre, el cazador le destrozó las alas, sus ojos se tornaron fríos y su boca dejo salir las crueles palabras de una despedida. Cada fibra del corazon de la mariposa, se colapsó al descubrir la repetida historia del falso amor, las alas de ella cada día más despintadas por el tiempo, por el agotamiento de batir las alas a un ritmo competitivo para que su cazador sintiera su aliento, su apoyo, su fe, su amor. Y bajó la red, la soltó y la pisoteó hasta desmoronarla, sus bellas alas se hicieron polvo y por más que gimió, no hubo piedad, solo frialdad de aquél que una vez le juró amor. La mariposa como Kafka, pensó "El poseer no existe, existe solamente el ser: ese ser que aspira hasta el último aliento, hasta la asfixia". Triste mariposa, otra mas brillante y engañosa, se llevó a tu cazador.

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