Había una vez una niña que vivió el terrible desamor de sus padres, su separacion y la violencia que conlleva este tipo de situaciones creadas en parte, por la familia paterna, por las mujeres de la calle y por la insaciable sed del macho destacado. Y juró que a ella eso no le pasaría, se escondía en su pequeño espacio a jugar, a creerse princesa de cuentos, a leer interminables libros, a vivir una tremenda soledad en su niñez, a sobrevivir en todo tipo de situaciones, con o sin comida, frio, calor...de casa en casa con una madre nómada. Y vaya que sufrío, vaya que sí, un día conoció a su príncipe y a pesar de la experiencia pasada, confió como niña de nuevo en él, entregó todo, dió todo de sí, ¿sabes lo que es todo?. Pero llego el día que el verdugo simplemnete dejó caer la palabra clave, sintió miedo, angustia, terror como niña de ver que su amor se iba para siempre, que nada lo detendría, ni los sueños tejidos juntos frente al mar, ni los desvelos cuando se enfermaba, ni cuando le frotaba amorosamente los talones cansados, tantas cosas vividas junto a él, luchando juntos, abrazados descansando en su fuerte brazo siempre segura de que el amor sería eterno. Pobre niña. Una vez más la vida le jugó una mala trastada, las palabras clásicas de siempre te anaré o jamás me separaré de tí quedaron en el olvido, fueron borradas limpiamente en segundos por otra falda más corta. ¿que hará esta niña ahora? ¿quien sabe? me da miedo pensar en su reacción, pero me dá mas frío, cuando la vea de nuevo arriba, transformada ahora si, para nunca jamás volver a creer como niña que es.
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