Sólo una lágrima más y ya, no más, no, basta...una de las principales causas de sufrimiento del ser humano, es el amor. Cuando el amor se va, queda una sensación de vacío, de impotencia y surge una larga lista de preguntas sin respuesta, se busca abajo de la almohada, en el amigo, en el horizonte, en una banca de la Iglesia, en un árbol, en papeles firmados donde el juramento se vuelve letra que sí se las lleva el viento. Marea la duda, muerde la rabia y el coraje de ser la última (o) en enterarse del vulgar, común y corriente ciclo del amor vuelto pedazos por un nuevo amor. Y se escuchan cientos de frases, unas tan trilladas como el campo de batalla, como el sol que sale todos los días y la vida sigue, sigue aunque no se quisiera. Surgen renacimientos personales gracias al amor fallido, al amor dado sin reserva pero deshojado, pisoteado sin piedad por alguien que decidió por si solo (a) cambiar de estación, de pasajeros, de maleta sin boleto de regreso. Ah el amor! tan lleno de desamor y sin memoria, sobre todo, lleno de impaciencia por cambiar de nombre, de sábana y de calor. Sólo una lágrima derrama, sólo una.
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