Se llama Luciano, ha sido compañero de juergas, alegrías, tristezas, confesiones, ilusiones y desesperanzas. Es un gran amigo, sabe escuchar y no da consejos inútiles, digo inútiles por que casi nadie siguelos consejos aunque nos la llevemos pidiéndolos. Sus orejas acumulan años de emociones que su dueño le comparte, su piel, las miles de caricias, cepillasos y baldasos de agua. Sus patas, con el tiempo, se han ido debilitando, siendo una de ellas la más afectada, pero el cariño y amor de Diego a Luciano, lo desinflama. Compañeros de por vida, cómplices de amores, huelen al unísono el campo respirando la misma libertad. Luciano sabe que cuando se haga mas viejo y esté a punto de irse, su amo le hablara con dulzura, le dará las gracias y tal vez derrame una lágrima por él, una que pese miles de litros de agua de mar y así, le demostrará que este hermoso caballo, es su amigo del alma.
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